Soy adicta al estrés,pero a veces éste me sobrepasa hasta a mí. Después de dos días en los que casi me vuelvo loca (y de paso vuelvo locos también a los que están a mi alrededor) decidí que aunque después me agobiase más aún,me merecía un poco de descanso,tanto para mi mente (manierismo,Concilio de Trento,planteamiento de San Agustín…) como para mi cuerpo (¿Quién dice que no es deporte correr detrás del autobús?),así que decidí dar un paseo por el río en bicicleta.El hecho de que gracias a la aglomeración de gente por la romería del Rocío tuviese que cambiar mi camino y pasar por el centro del pueblo interrumpió “mi momento”,pero decidí respirar hondo seguir disfrutándolo.Pero al cambiar de dirección y volver una esquina me crucé con alguien a quien hacía dos años que no veía.Vivo en un pueblo no muy grande pero que algunas veces da treguas.Ésta en particular acababa de romperse.Iba en su coche,el mismo de entonces y pensé que al igual que éste,yo seguía siendo la misma de entonces.Haciendo lo mismo,estudiando lo mismo,con los mismos proyectos y las mismas metas.Seguía sin tener esa relación que todo el mundo me reclama (la típica de un año),la que sólo pensar en ella me provoca nauseas. En ese momento me sentí mal.Pensé que en estos dos años yo no había evolucionado nada,y que seguía teniendo la misma vida de entonces.Pero reparé en que en el asiento de al lado de su coche iba aquella chica que firmó algo que yo no quise firmar.Algo contra lo que he luchado siempre.Y entonces me di cuenta de que el que mi vida no hubiese cambiado era porque yo no había querido,pero la que sí que había cambiado era yo.Había conseguido disfrutar de mi carrera,desarrollar poco a poco mis proyectos,crecido como persona y descubierto que soy tan feliz que a veces me da miedo pensarlo.En lo único que no había cambiado era en la idea de “esa firma”,la cual no tengo ninguna intención de cambiar.Como escuché una vez:”Todavía busco algo más extraordinario”.
